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Migrantes y refugiados desamparados a las puertas de Europa






Claudia Sekiné Montero Vázquez

9 abr 2020

Quienes intentan atravesar las fronteras se topan con el hacinamiento en campos desbordados, la privación de libertad, o el acoso por parte de fuerzas de seguridad y grupos de extrema derecha. Todo esto en un contexto de emergencia sanitaria en el que los estados restringen el movimiento de toda la población.
Migrantes caminando por los montes para cruzar la
frontera Croata. Andrea Gabellone

La pandemia ha agudizado la situación de vulnerabilidad de migrantes y refugiados, poniendo en riesgo su salud. La coyuntura desatada por la aparición del Covid-19 evidencia que los sistemas sanitarios no están preparados para afrontar una crisis de estas magnitudes, pero la pandemia no afecta a todos por igual. Las condiciones de hacinamiento y las carencias de servicios sanitarios en campos de refugiados son una constante, lo que dificulta la contención de propagación del virus. Esto se suma a la imposibilidad de continuar el trabajo en terreno de muchas organizaciones y la falta de medidas de intervención sociosanitarias.

Este es el caso de quienes intentan llegar a Europa atravesando Grecia y los Balcanes. El cierre de fronteras no es nuevo, pero ante la crisis que estamos viviendo se agudiza el riesgo que corren miles de personas. La situación es crítica, y las denuncias de organizaciones sociales sobre la falta de soluciones son un eco continuo.

Primeros casos en campos griegos e islas desbordadas

En Grecia se han puesto en marcha medidas de cuarentena desde pasado 23 de marzo. Se prohíbe a la población salir de sus viviendas salvo para cosas esenciales, entre las que se encuentran ir al médico, al mercado o la farmacia y, por supuesto, ir a trabajar. La situación en el país no parece de las peores, con 1.673 casos confirmados según la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero la realidad de las personas migrantes se ha visto aún más agravada.

En la isla de Lesbos la mayor parte migrantes y refugiados se encuentran en el campo de Moria, donde sobreviven más de 20.000 personas a pesar de tener capacidad solo para 3.000. En la línea las decisiones que viene tomando el actual gobierno de Kyriakos Mitsotakis, que pretende transformar el campo en un centro de detención, las medidas específicas consisten en restringir las salidas a una única persona por familia, pudiendo abandonar los campos una vez por semana y con alguna justificación por escrito. Además, no pueden hacerlo a pie ni en bicicleta. Normalmente hay autobuses que llevan al pueblo más cercano, Mitilini, pero se ha suspendido el servicio, por lo que solo pueden salir pagando un taxi, gasto que pocas personas pueden permitirse. Esto se traduce en que prácticamente nadie puede salir de los campos, por lo que han quedado, de facto, encerradas. Esto es especialmente grave para quienes requieran tratamiento médico ya sea por patologías graves, enfermedades crónicas o cualquier otra necesidad. Además, muchas de las entidades que operaban allí han tenido que dejar sus proyectos por falta de personal ya que la mayoría de voluntarias y trabajadoras han vuelto a sus países de origen.

En Lesbos prácticamente nadie puede salir de los campos, por lo que han quedado, de facto, encerrados. Esto es especialmente grave para quienes requieran tratamiento médico

Legal Center Lesbos denuncia lo “ineficaz de estas medidas si no se acompañan de una mejora en de la infraestructura sanitaria y de saneamiento de los campamentos”. Por el contrario, esto solo agrava los problemas ya existentes, poniendo en un riesgo aún mayor a las personas que viven en los campos, puesto que no existe cobertura sanitaria suficiente para afrontar un posible brote del virus. Por ello, junto a otras organizaciones sanitarias como Médicos Sin Fronteras, ponen de manifiesto la necesidad urgente de evacuar campos. Mientras Mitsosakis, en una entrevista para la CNN, daba las gracias a Dios porque no hubiera habido hasta el momento casos de coronavirus en Lesbos o las otras islas.

Por mar las llegadas no cesan, durante el mes de marzo desembarcaron en las islas griegas más de 1.400 migrantes, 800 de ellos en Lesbos. Las personas que arriban a la isla griega estos días se encuentran en el absoluto abandono. Son trasladadas a centros de detención donde ya hay casos de familias que han estado semanas sin una respuesta de las autoridades a su situación. Varias ONGs que trabajan en terreno denuncian que hay 24 personas, 5 de ellas niños, que desde el 22 de marzo están atrapadas en un pequeño espacio portuario del que no les permiten salir y cuyo acondicionamiento se reduce a un baño y un autobús estacionado para resguardarse del frío.

En el campo de refugiados de Ritsona, cercano a Atenas, se han confirmado ya 23 casos, lo que ha llevado al Gobierno a poner en cuarentena el campo en el que viven confinadas 2.200 personas.

En Grecia continental la situación tampoco es mucho mejor. En el campo de refugiados de Ritsona, cercano a Atenas, se han confirmado ya 23 casos, lo que ha llevado al Gobierno a poner en cuarentena el campo en el que viven confinadas 2.200 personas. Se han prohibido las entradas y salidas y se han cerrado los espacios de uso común, que se habilitarán para cuarentenas. En el campo de Malasaka, que alberga a 1.700 personas al norte de la capital, se ha detectado también un caso positivo. El Ministerio de Sanidad ha decidido tomar la misma medida, poniéndolo en aislamiento desde el pasado 5 de abril.

En la frontera terrestre entre Grecia y Turquía se habían juntado unas 5.800 personas, según fuentes del gobierno turco, con la intención de entrar a Europa durante el último mes. Esto llevó a una escalada de la tensión entre los dos países que desembocó en la intervención de la Unión Europea y de las autoridades griegas para intentar evitar a toda costa su entrada. Se han repetido durante las últimas semanas imágenes de gases lacrimógenos volando e incluso tiros, provocando la muerte de un hombre el pasado 4 de marzo. La situación ha cambiado después de su traslado impuesto por las autoridades turcas a centros de repatriación de donde aseguran podrán irse cuando esta crisis termine. Pero aunque el número de personas que intentan cruzar la frontera ha disminuido, muchas siguen intentándolo.

La crítica (y crónica) situación de los Balcanes

La frontera croata continúa cerrada y las deportaciones en caliente siguen siendo constantes. Mientras, miles de personas se encuentran atrapadas en territorio bosnio, que ha aplicado una cuarentena que prohíbe salir a la calle a partir las seis de la tarde y ha cerrado sus comercios no esenciales. En las localidades fronterizas de Velika Kladuša y Bihać migrantes y refugiados se hacinan en campos que superan con creces su capacidad, con unas condiciones inhumanas que diversas organizaciones vienen denunciando desde hace meses. El resto se reparten entre casas abandonadas, estaciones de tren y tiendas de campaña.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (IOM) en el cantón de Una-Sana hay unas 4.100 personas en campos y 3.000 fuera de ellos. Datos que probablemente sean más altos debido a la dificultad de contabilizar a personas en tránsito fuera de los campos. Varios médicos han avisado ya de que, si hubiera un brote del virus entre esta población, no habría capacidad de contenerlo. Además, la atención sanitaria para las personas migrantes, incluidas las urgencias, son de pago, lo que dificulta notablemente el acceso.

En la frontera entre Bosnia y Croacia migrantes y refugiados se hacinan en campos que superan con creces su capacidad o se reparten entre casas abandonadas, estaciones de tren y tiendas de campaña.

Las autoridades han tomado la decisión de crear apresuradamente un nuevo campo en Lipa en el que se restringirá la libertad de movimiento y que estará custodiado por la policía. Desde las varias entidades, entre ellas Amnistía Internacional, se teme que las condiciones de este campo no sean adecuadas, como viene pasando con otros campos que han tenido que ser evacuados por las deplorables condiciones, como en el caso del campo de Vucjak, cerrado a principios de diciembre del año pasado. Además, según publica The Guardian, las autoridades bosnias han tomado “medidas especiales” destinadas a restringir todavía más el movimiento de las personas migrantes, prohibiendo sus desplazamientos en tren, autobús o taxi.

En Serbia las noticias desde la frontera con Croacia no son muy distintas. Tras la declaración del estado de emergencia, que incluye el decreto de un toque de queda de 5 de la tarde a 5 de la mañana en todo el país, el ejército ha intervenido en materia de migración. Según ACNUR hay en el país 8.328 solicitantes de asilo, entre los que 543 son menores no acompañados.

Desde Šid, localidad fronteriza con Croacia, la organización No Name Kitchen denuncia que el ejército ha detenido a personas que dormían en tiendas de campaña para forzar su entrada en los campos. Además, los tres campos cercanos a la localidad están custodiados por el ejército y se han prohibido las salidas sin una autorización del Comisariado Serbio para Refugio y Migración. La situación dentro de los recintos tampoco es buena, puesto que están sobresaturados y las condiciones no permiten el aislamiento. En uno de ellos han montado unas carpas donde se hacinan 600 personas sin elementos de separación entre las camas.

La presión hacia las personas migrantes continúa aumentando en el país. Las agresiones por parte de grupos nacionalistas y de ultraderecha se repiten y partidos políticos de la oposición han animado a acudir a manifestaciones xenófobas durante los últimos meses. A finales de febrero se hicieron virales unos vídeos de patrullas ciudadanas interceptado a migrantes en Belgrado y difundiendo mensajes falsos para atemorizar. En los últimos días se ha denunciado una agresión a un menor de 15 años a las afueras de un campo de refugiados cercano a Šid en la que uno de los atacantes portaba un arma de fuego. Además, algunos comercios locales prohíben la entrada a migrantes. Esto sucede al mismo tiempo que los pocos voluntarios que han podido permanecer en el país por motivos de seguridad ven dificultada su labor ante la situación actual.